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“No entiendo el día a día sin intentar reducir el sufrimiento”, Marta Peña, arquitecta y trabajadora humanitaria de Médicos sin Fronteras

Marta Peña
Marta Peña
Escrito porJavier Olivas Alguacilel 04 Abril 2025

Con una trayectoria marcada por su compromiso con las comunidades más vulnerables, Marta Peña nos comparte su experiencia como arquitecta y trabajadora humanitaria. Desde sus inicios en proyectos de desarrollo urbano en la India hasta su paso por Mozambique y, actualmente, en é澱, su recorrido profesional refleja una vocación profunda por el trabajo social y la cooperación internacional. En esta entrevista, Marta nos habla de su labor con Médicos Sin Fronteras, los desafíos que enfrenta en el terreno y el impacto que tiene su trabajo en la vida de miles de personas en situación de movilidad.

Preséntate brevemente, ¿de dónde eres? ¿Cuál ha sido tu recorrido profesional antes de llegar a é澱, donde vives ahora?

Soy Marta Peña, española, de Zaragoza. Estudié Arquitectura en la ETSAM de Madrid, y mi proyecto de fin de carrera fue una rehabilitación de los slums del río Sabarmati, en la India. Este proyecto nació de dos estancias previas en Ahmedabad: una en la universidad CEPT y otra en el estudio Vastu Shilpa Foundation, para un workshop. Tenía la intención de desarrollar un sistema arquitectónico, urbano, económico y energético para todas las zonas vulnerables del río, mediante la construcción con bambú.

Nada más terminar la carrera, trabajé en varios estudios en Río de Janeiro como arquitecta. Después regresé a España e hice el curso de Experto en Cooperación para el Desarrollo de Asentamientos Humanos Precarios en el ICHaB. Posteriormente trabajé en investigación sobre vivienda social en la universidad ETSAM (UPM), al tiempo que era redactora en la revista Arquitectura Viva y cursaba el áter de Proyectos Avanzados en la ETSAM.

Trabajé durante dos años en una ONG en Cisjordania, en proyectos de acción social en diversas áreas: discapacidad, educación no formal, rehabilitación de viviendas… Tras la pandemia de COVID-19, regresé a Madrid y abrimos dos intervenciones en la Cañada Real: una para la atención social a menores con discapacidad, y otra de refuerzo escolar y aprendizaje-servicio para adolescentes.

En ese mismo momento, cursaba el programa Alumni dentro de la Fundación Empieza por Educar, especializada en eliminar la desigualdad educativa con alumnos de centros en contextos vulnerables. Durante ese tiempo también estudié el áter de Profesorado en la UPM, con especialidad en Matemáticas. Al terminar el programa Alumni, entré en . Mi primera misión fue en Mozambique como log constructor y regresé una segunda vez como log manager. Actualmente formo parte del proyecto Migrantes Sur en é澱.

¿Cuál es tu profesión y qué te llevó a unirte a Médicos sin Fronteras (MSF)?

Soy arquitecta. Desde pequeña siempre soñé con trabajar en Ya a los 14 años quería intervenir en desastres y conflictos. Todas mis experiencias anteriores, sobre todo en el extranjero, reafirmaron ese sueño de intervenir directamente con los pacientes, de ejercer un impacto tangible que ayude a mitigar los efectos de los grandes desastres —sean de causa humana o natural— sobre poblaciones en extrema vulnerabilidad. También me motivaba garantizar una atención sanitaria digna para cualquier persona.

Siempre he sentido pasión por este tipo de trabajo. No entiendo el día a día sin intentar reducir el sufrimiento y aportar algo de humanidad en contextos donde la acción realmente marca la diferencia. Agradezco poder dedicar mi actividad profesional a mejorar la realidad de quienes, injustamente, no han tenido acceso a las condiciones vitales que yo sí he tenido garantizadas. Para mí, es una cuestión de justicia.

¿Cuáles han sido tus misiones anteriores con MSF, si las hay?

He estado seis meses en Mocímboa da Praia como log constructor, y regresé por otros seis meses (reducidos finalmente a tres por reducción de personal tras un evento de seguridad), como log manager, también en Mocímboa da Praia (Mozambique).

¿Cómo llegaste a la misión en é澱 y cuál es tu rol aquí?

Después de estar en Mocímboa, se me ofreció la Me pareció un reto poder trabajar con la población en movimiento: un colectivo a veces desconocido, pero que representa cifras muy relevantes en la realidad actual. Dentro de este proyecto, soy log manager.

¿Cuáles son los principales desafíos a los que te enfrentas en tu labor?

Lo más difícil como log manager es tener todos los recursos preparados para que los equipos puedan salir a atender con clínicas móviles y responder a una población que es móvil, fluctuante y que cambia de lugar, rutas y rutinas constantemente.

Por supuesto, también es un desafío brindar atención médica que, muchas veces, es puntual, ya que las personas están en tránsito y no tienen estabilidad. Sin embargo, la dureza de las rutas —a nivel físico, emocional y mental— hace que la atención médica y psicológica sea imprescindible para ellos.

¿Puedes compartir alguna experiencia que haya marcado tu paso por esta misión?

Hay muchísimas. Es difícil quedarse con una. Al llegar pensé que sería un proyecto más fácil, pero las historias de las personas que atendemos son extremadamente duras. Es difícil comprender el grado de resiliencia de esta población y cómo se ha normalizado la violencia y el desgaste que escuchamos e interiorizamos.

Esta misión me ha marcado profundamente en mi manera de entender el mundo y en mi admiración por la fortaleza humana que demuestran estas personas. A pesar de caminar durante horas bajo el sol, cargar con todas sus pertenencias, enfrentar la incertidumbre, los peligros, la violencia, dormir en la calle o arriesgarse a tomar el tren, siguen buscando un futuro mejor para cambiar la vida de sus hijos. Te hace replantearte muchas cosas.

¿Qué impacto crees que tiene el trabajo de MSF en la comunidad con la que trabajas?

Concretamente en Coatzacoalcos, los actores que atienden a la población en movimiento son muy pocos. Nuestra presencia es fundamental. Muchas personas llevan días o meses caminando sin haber tenido acceso a un punto de atención médica, y lo hacen en condiciones extremas.

Hablamos de niños, bebés, mujeres embarazadas, personas con discapacidad, madres con varios hijos, menores no acompañados… personas que transitan durante meses sin que nadie les pregunte si necesitan algo. Hemos visto mujeres con embarazos de ocho meses sin ninguna ecografía; casos de violencia sexual no tratados; pacientes crónicos sin tratamiento; personas con traumas psicológicos que no han podido expresarse; y heridas simples que terminan en necrosis. Las casuísticas son muchas.

¿Cómo ha sido tu adaptación a vivir y trabajar en é澱?

La verdad, ha sido fácil, y me ha encantado la posibilidad de vivir en este país.

¿Qué es lo más gratificante y lo más difícil de ser expatriada con MSF?

Lo más gratificante es todo… poder dedicar tu día a algo que realmente merece la pena. Saber que estoy invirtiendo bien mi vida, que cada día cuenta, que tenemos un impacto real en muchas personas, y que esto es lo mínimo que podemos hacer en un mundo que necesita acción. Animo a todas las personas a

Lo más difícil es lo que dejas en casa… y renunciar a esa otra parte de tu vida, que queda en pausa cada vez que sales durante seis meses.

¿Cuéntanos un poco sobre tu vida cotidiana al margen del trabajo?

La misión en é澱 es muy agradecida en este aspecto. Solemos convivir en la casa de MSF, salir a restaurantes los fines de semana, pasear, hacer barbacoas con el equipo… Es una vida muy agradable que permite salir, ver la playa, hacer ejercicio, compartir con otras personas.

¿Te queda tiempo para el ocio? ¿Cómo lo disfrutas?

No queda demasiado tiempo para el ocio, pero el que hay se aprovecha bien. Poder salir de la casa, pasear… realmente permite tener una vida normal fuera del trabajo.

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Sobre

Lingüista y especialista en el tratamiento de la información, Javier es responsable de comunicación y contenidos para la comunidad hispanohablante en

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